
Este miércoles 16 de julio, fue subastada el fragmento más grande de Marte que existe en la Tierra, una roca de 25 kilogramos, en pleno Upper East Side de Nueva York (EE.UU.).
Su nombre es NWA 16788, y su historia no solo reconfigura el conocimiento sobre los meteoritos marcianos, sino que también plantea una pregunta de fondo sobre cómo se asigna valor a los objetos más extraordinarios del universo conocido.
“Este meteorito marciano es, con diferencia, el fragmento más grande de Marte que hemos encontrado jamás”, declaró Cassandra Hatton, vicepresidenta de ciencia e historia natural de Sotheby’s, a cargo de la subasta.
La pieza fue vendida junto a un esqueleto juvenil de Ceratosaurus de más de dos metros de altura, en una subasta que mezcla historia natural con rarezas científicas de alto perfil. NWA 16788 representa aproximadamente el 7 % de todo el material marciano conocido en la Tierra. Para ponerlo en perspectiva, es un 70% más grande que el segundo mayor fragmento de ese tipo jamás registrado.
Lo que parece una mole de terracota cenicienta en realidad atravesó el espacio tras haber sido expulsada del planeta rojo por el impacto de un asteroide.
Un choque de gran magnitud liberó escombros
La teoría es que, hace millones de años, un choque de gran magnitud liberó escombros que, tras recorrer cerca de 225 millones de kilómetros, descendieron finalmente sobre el desierto del Sahara. En noviembre de 2023, un buscador de meteoritos encontró el bloque en la región de Agadez, en Níger. Ese descubrimiento encendió las alarmas en el mundo de la geociencia y la historia planetaria.
Poner precio a una pieza tan singular implicó un desafío inusual. “Realmente tengo que pensar en el contexto, los antecedentes, la historia, la rareza, el significado y luego establecer una estimación”, explicó Hatton.
A diferencia de una pintura de Picasso o un collar del siglo XIX, no existen referencias de mercado claras para algo así. El valor estimado de entre 2 y 4 millones de dólares se basa en la exclusividad del objeto, su autenticidad comprobada y el interés potencial de coleccionistas, museos o instituciones científicas.
Esqueleto de un Stegosaurus
Pero el mercado tiene sus propias reglas. Hatton recordó que el año pasado subastó el esqueleto de un Stegosaurus con una estimación de entre 4 y 6 millones de dólares que finalmente se vendió por 44,6 millones. “Al final, son los postores quienes nos dicen el valor de las cosas, no yo ni nadie más”, comparó.
En este caso, hay un aspecto práctico que juega a favor de la puja: Aunque se trate de un meteorito enorme en su categoría, cabe perfectamente en una mochila. Esa portabilidad amplió el universo de compradores potenciales.
Hatton también subrayó que más allá de su peso científico, el meteorito posee un valor estético distintivo. A diferencia de otros fragmentos más planos o poco llamativos, esta pieza presenta una estructura tridimensional que recuerda visualmente al propio Marte. “También se parece mucho a la superficie del Planeta Rojo. La mayoría de los demás meteoritos marcianos que encontramos son láminas muy pequeñas y delgadas, y al observarlas a primera vista, jamás adivinarías que son marcianos”, añadió el experto.
La decisión de subastarla en lugar de donarla a una institución generó algunas preguntas. Hatton respondió con una reflexión sobre el papel de los coleccionistas privados en la historia de los museos. “Si no tuviéramos coleccionistas privados, no tendríamos museos”, afirmó.
Si es valioso para ti, lo cuidas
Según explicó, muchos de sus clientes donan o prestan sus piezas a instituciones públicas y, en muchos casos, también financian su conservación. “Si es valioso para ti, lo cuidas. Tener este valor vinculado al objeto ayuda a garantizar su cuidado”, sostuvo.
El meteorito no solo plantea una nueva forma de pensar el vínculo entre ciencia y comercio, sino que también condensa preguntas sobre el origen y el destino de la materia planetaria. Es una muestra tangible de la violencia cósmica que aún moldea el sistema solar.
Además, es un ejemplo de cómo la curiosidad, el mercado, la técnica y la pasión por lo inexplorado pueden converger en un mismo objeto. Hatton apuntó: “He visto a gente llorar después de comprar cosas en una subasta”. En este caso, ese fragmento oxidado puede representar mucho más que una roca: puede ser la materialización de un sueño interplanetario.
Vía Notitarde