
El reconocido artista dominicano Rubby Pérez, cuya voz emblemática definió una era del merengue, acumuló una fortuna estimada en $5 millones de dólares a lo largo de sus más de cuatro décadas de carrera. Aunque el cantante siempre mantuvo discreción sobre sus finanzas, portales especializados como afamous revelaron este monto en 2022, respaldado por su éxito internacional y ventas de discos como Buscando Tus Besos, que alcanzó certificaciones de oro y platino en Venezuela. Su estilo de vida, reflejado en eventos familiares suntuosos —como los quinceaños de una hija con un pastel valuado en 600 mil pesos dominicanos— confirmaba su solvencia económica sin ostentaciones vulgares.
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La base de su riqueza se forjó en dos pilares: su etapa con la orquesta de Wilfrido Vargas (1980-1987) y su explosiva carrera como solista. Al unirse a Vargas, su salario se duplicó inmediatamente, catapultándolo a la fama con éxitos como «El Africano» y «Volveré», que escalaron listas latinoamericanas. Como solista, sus presentaciones en escenarios globales —incluyendo giras en EE.UU. y Europa— generaron ingresos sustanciales, complementados por derechos de autor y su rol como embajador cultural. En 2023, por ejemplo, encabezó la celebración del Mes de la Herencia Hispana en Nueva York, evento que reforzó su perfil lucrativo.
¿Quiénes heredarán este legado?
Tras su muerte en el derrumbe del Jet Set —donde su hija Zulinka Pérez sobrevivió milagrosamente—, la herencia recaerá en sus siete hijos, todos vinculados afectiva y profesionalmente al artista. Zulinka, corista de su grupo musical, y su esposo Miguel Báez, fueron testigos clave de la tragedia y ahora participarán en la distribución equitativa del patrimonio, que incluye propiedades, inversiones y derechos musicales. Aunque no se ha revelado si existe testamento, la ley dominicana prioriza a los descendientes directos en estos casos, evitando disputas públicas hasta ahora.
Más allá de los millones, Rubby Pérez deja un inventario artístico invaluable: 13 álbumes que reinventaron el merengue, premios como el Casandra y reconocimientos por su labor humanitaria, como su apoyo a víctimas del terremoto de Haití en 2010. Su muerte no solo conmocionó a figuras como Zoe Saldaña y Wilfrido Vargas —quien lo llamó «la voz más alta del merengue»—, sino que reafirmó su impacto cultural. Hoy, mientras sus hijos preservan su música, su fortuna material se transforma en símbolo de una vida dedicada al arte y la familia.
Vía Diario 2001