El infarto agudo de miocardio se produce cuando el flujo sanguíneo que va hacia el corazón se interrumpe de forma abrupta y causa la muerte del tejido cardíaco. La edad media a la que se produce el primer infarto no ha bajado en los últimos años, lo que representa un dato positivo, pero llama la atención que los factores de riesgo más importantes en los pacientes más jóvenes siguen son dos viejos conocidos.
Así se desprende de un subanálisis del estudio GENAMI-Prevention, realizado por la Agencia de Investigación de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), que ha presentado Héctor Bueno, cardiólogo del Hospital 12 de Octubre (Madrid), en el congreso nacional de esta entidad científica, que se ha celebrado en Granada del 23 al 25 de octubre. El estudio, que ha contado con la participación de 20 hospitales españoles, desvela cuáles son los factores de riesgo cardiovascular más asociados al infarto que ocurre de forma precoz, es decir, antes de los 55 años en los hombres y de los 65 en las mujeres. Estos infartos precoces representan casi un tercio de todos los casos.
Según expone el especialista, el tabaquismo y las alteraciones del colesterol son los dos primeros determinantes del infarto precoz. “Los pacientes con cardiopatía isquémica precoz presentaron diferencias clínicas relevantes frente a aquellos con debut más tardío”, destaca. “Presentaban menor prevalencia de hipertensión y diabetes, pero mayor prevalencia de tabaquismo activo e hipercolesterolemia, así como de antecedentes familiares de enfermedad coronaria”.
Infarto
En concreto, el 47,4% de los pacientes con infarto precoz tenían hipertensión, frente al 66,6% de aquellos que sufrieron el infarto a una edad más avanzada. Lo mismo sucede con la diabetes: solo se apreció en el 18,4% de los pacientes con infarto precoz, frente al 34,8% de quienes sufrieron un infarto más tardío.
Sin embargo, tenían hábitos más perjudiciales, que se traducían en una mayor proporción de fumadores activos (60% frente al 29%), y presentaban con más frecuencia antecedentes familiares de enfermedad coronaria (17,8% frente al 11,2%) e hipercolesterolemia o colesterol alto (13,6% frente al 7,8%).
Estos resultados ponen de manifiesto, según Bueno, “la necesidad de seguir trabajando en los aspectos en los que ya se está incidiendo, como poner restricciones al tabaco y fomentar los estilos de vida saludables, incluyendo dejar de fumar, dieta saludable y actividad física”.
Factores diferenciales en las mujeres
El estudio GENAMI-Prevention también revela que hombres y mujeres tienen perfiles de riesgo bastante diferentes. “Las mujeres no solo presentan los factores de riesgo tradicionales, sino también otros de carácter psicosocial que habitualmente no se consideran o no se tienen tanto en cuenta”, apunta Bueno. Tienen que ver con la educación, el nivel cultural, la ansiedad o la depresión, entre otros elementos.

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Así, por ejemplo, “el nivel de educación global, así como la situación económica, de trabajo y salarial, es peor que en las mujeres que en los hombres”. Además, las mujeres soportan una mayor carga de trabajo no remunerado -cuidado de los hijos, de los mayores, la casa, etc.-, que se “asocia a niveles más altos de ansiedad y de depresión”. El cardiólogo resalta que la prevalencia de ansiedad y de depresión en las mujeres “es casi el doble que en los hombres”. Y en la actualidad “se sabe que la depresión es prácticamente equivalente a un factor de riesgo cardiovascular convencional”, añade.
En opinión de Bueno, se sigue sin hablar lo suficiente -y sin tomar medidas contundentes- sobre la carga de trabajo y cuidados desproporcionada que soportan las mujeres. Los infartos en personas jóvenes se deben a una acumulación de factores de riesgo: genética, colesterol, tabaquismo, hipertensión… Pero, en el caso de las mujeres, hay que añadir también esos otros factores a los que no se presta la suficiente atención.
Según el cardiólogo, se han producido cambios en la población que han llevado a que los infartos se vayan retrasando. De hecho, apunta, “la prevalencia va disminuyendo, tanto en hombres como en mujeres”. Sin embargo, mientras que en los hombres sigue disminuyendo de forma progresiva, en las mujeres no se ha producido un descenso tan drástico, sino que “se ha ido aplanando la prevalencia”.
Los avances en el tratamiento del infarto han contribuido a reducir la mortalidad por este motivo, pero las cifras siguen siendo elevadas. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), entre los fallecimientos por enfermedades del sistema circulatorio, las enfermedades isquémicas del corazón -que incluyen el infarto y la angina de pecho- fueron la causa más frecuente en 2024, con 26.851 personas fallecidas, lo que supone un 3,2% menos que en 2023.
Vía Cuídate Plus