Durante años, una frase definió a Paris Hilton: That’s hot. Pero lo que no alcanzó a verse tras las cámaras, los brillos y los memes, está a punto de llegar a la pantalla grande.
Infinite Icon: Una Memoria Visual, el documental que revela la parte más íntima y menos conocida de la celebridad, se estrenará en México el próximo 30 de enero de 2026 como parte de la cartelera de Cinépolis.
De ícono pop a mujer que se cuenta a sí misma
Paris Hilton es una de las figuras más influyentes en la cultura pop de los últimos 25 años: pionera en lo que hoy conocemos como celebridad digital, empresaria, DJ y rostro de una generación que aprendió a vivir frente al público.
Pero debajo del personaje, siempre hubo otra Paris: una joven que encontró en los reflectores una forma de protegerse y de ser escuchada.
El documental se adentra en esa dualidad y en cómo pasó de ser etiquetada únicamente como “socialité”, a convertirse en una mujer que reconstruye su propia narrativa.
La película: una mirada inédita
Infinite Icon está dirigida por Bruce Robertson y JJ Duncan. Su propuesta combina material nunca antes visto de la infancia de Hilton, entrevistas en primera persona, archivos mediáticos y un estilo visual de cinéma vérité que retrata la cercanía de sus momentos más vulnerables.
Entre sus puntos clave se encuentran:
- Su ascenso mediático a finales de los 90
- La presión y exposición extrema de los tabloides
- Su lucha interna por encontrar identidad fuera del personaje
- Su regreso a la música con un show en el Hollywood Palladium en 2024
- La manera en que convirtió sus heridas en motor creativo.

Paris Hilton en su propia voz
El documental rescata una idea que Paris ha compartido en los últimos años con fuerza:
“El personaje que creé me protegió. Pero ya no quiero esconderme detrás de él.”
La cinta muestra que los clubes nocturnos, los lentes enormes y las fiestas no eran solo espectáculo: eran un lugar seguro para una joven que buscaba pertenecer.
Más que un ícono pop
Infinite Icon plantea una lectura diferente de su figura: ya no solo como símbolo de excesos y glamour, sino como precursora de una era en la que la imagen, la marca personal y la vida misma se volvieron contenido.
Vía El Excelsior