Monagas

San Antonio de Capayacuar arriba a sus 310 años de fundación

Este lunes 7 de agosto, el encantador pueblo de San Antonio de Capayacuar, también conocido como San Antonio de Maturín o San Antonio del Río Colorado, capital del municipio José Eusebio Acosta, al norte de Monagas, arriba a sus 310 años de fundación. El fraile español Jerónimo de Muro llegó en barco…

Este lunes 7 de agosto, el encantador pueblo de San Antonio de Capayacuar, también conocido como San Antonio de Maturín o San Antonio del Río Colorado, capital del municipio José Eusebio Acosta, al norte de Monagas, arriba a sus 310 años de fundación.

El fraile español Jerónimo de Muro llegó en barco por lo que hoy es el estado Sucre e inició su misión caminando entre grandes vegetaciones, acompañado de indígenas: Cuacas, Chaimas y Caribes.

Según el relato de la periodista María Angélica Oliveros,  miembro de la Academia de Historia del estado Monagas, el religioso apenas podía caminar cuando llegó al valle y se encontró con un panorama exquisito, un clima ideal, arboles frutales, animales y la explanada perfecta para iniciar la construcción del templo donde el poblado pudiera rendirle culto al Dios vivo.

«Dicen que sus pies descalzos estaban llenos de llagas debido al largo camino que emprendió. Levantó la cruz y la plantó y allí mismo inició la construcción de un templo que a través de tres siglos ha sido objeto de historias y leyendas», hoy con la protección del San Antonio de Padua.

Citando a la cronista del municipio Acosta, Alicia Borthomieurtt de García, Oliveros refiere que este pueblo ha tenido varios nombres: San Antonio de Maturín y San Antonio de Capayacuar, este último en honor a la comunidad aborigen del momento, los indios de la tribu Capaya.

Y es que San Antonio es una tierra rica en café, aguacates y mangos y una gente sonriente siempre, amable y cordial que te hace sentir muy bien cuando visitas a este pueblo algunas veces helado como un congelador y otras veces caliente como un horno.

«Son 310 años luchando, es un pueblo que no pierde sus raíces porque su gente es celosa y lo cuida pase el Gobierno que sea, San Antonio de Capayacuar tiene dos tesoros que guarda su hermoso templo con la famosa pintura «Cabeza de Vaca» y su Biblioteca estilo griego obsequiada como agradecimiento por William H Phelps.

Historia

Si usted va por la carretera a San Antonio de Capayacuar, también conocido como San Antonio de Maturín, lo recibirá la represa El Guamo, lugar donde se encontraba el pueblo de San Francisco, a unos kilómetros más adelante, en toda la entrada del poblado, las miradas se centran en un enorme mural con la escena de la fundación del pueblo, construido por Iván Balsa y diseñado por Lecceira Borthomieurtt en el año 1983.

Sobre una pared pintada de gris azulado, el escudo del municipio Acosta del estado Monagas se encarama en lo más alto. Y más abajo se representa, en el mapa del mismo, el encuentro de los indios con el misionero capuchino Fray Gerónimo de Muros, que con su bendición representada en la cruz en alto, símbolo de la Iglesia misionera, funda el pueblo en 1713. El cuento, hasta ahí, se narra en bajorrelieve.

Según el relato del párroco del pueblo, Héctor Díaz, cuando el misionero llega al pueblo recibe la calidez de esta gente, que ofrece un plato de alimento, demostrando la nobleza y sencillez.

Tanta historia resumida en ese relato de piedra esculpida palidece, sin embargo, ante la figura de una inmensa serpiente en alto relieve que rodea y parece contenerlo todo. Y así es.

Según la tradición oral, la aledaña laguna de Ipure era un manantial que saciaba la sed de los indígenas, hasta que en un mal día una serpiente gigante se tragó a una niña que iba con su hermanito a buscar agua y desapareció en el fondo del acuífero.

«La serpiente visible es una hierofanía de lo sagrado, no espiritual, sino material. En el mundo diurno surge como un fantasma palpable, pero se desliza entre los dedos como se desliza a través del tiempo contable, del espacio medible y de las reglas de lo razonable, para refugiarse en el mundo de abajo, del que proviene, y donde se la imagina, intemporal, permanente e inmóvil en su plenitud», refrendan Jean Chevalier y Alain Gheerbrant en su Diccionario de los símbolos (Herder).

Con información de la periodista Ángelica Oliveros

Omar Padrón

Licenciado en Comunicación Social. Colegio Nacional de Periodistas 26.072

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