La investigación, publicada en la revista científica ‘Nature Communications’, ha identificado los factores microbianos y metabólicos que contribuyen a la enfermedad hepática inducida por la dieta occidental, avanzando en la comprensión del eje intestino-hígado y, a su vez, en el desarrollo de intervenciones dietéticas y microbianas para esta amenaza sanitaria mundial.
«Estamos empezando a comprender cómo interactúan los alimentos y la microbiota intestinal para producir metabolitos que contribuyen al desarrollo de enfermedades hepáticas. Sin embargo, las bacterias y metabolitos específicos, así como los mecanismos subyacentes, no se conocían bien hasta ahora. Esta investigación está desvelando el cómo y el porqué», ha detallado Guangfu Li, uno de los líderes del estudio.
El intestino y el hígado tienen una estrecha conexión anatómica y funcional a través de la vena porta. Las dietas poco saludables modifican la microbiota intestinal, lo que da lugar a la producción de factores patógenos que repercuten en el hígado.
Al alimentar a los ratones con alimentos ricos en grasas y azúcares, el equipo de investigación descubrió que los ratones desarrollaban una bacteria intestinal llamada ‘Blautia producta’ y un lípido que causaba inflamación y fibrosis hepática. Eso, a su vez, hizo que los ratones desarrollaran esteatohepatitis no alcohólica o enfermedad del hígado graso, con características similares a la enfermedad humana.
«La enfermedad del hígado graso es una epidemia sanitaria mundial. No sólo se está convirtiendo en la principal causa de cáncer de hígado y cirrosis, sino que muchos pacientes que atiendo con otros tipos de cáncer padecen hígado graso y ni siquiera lo saben. A menudo, esto les impide someterse a una cirugía potencialmente curativa para sus otros cánceres», ha detallado Kevin Staveley-O’Carroll, profesor del Departamento de Cirugía y uno de los investigadores principales.
Como parte de este estudio, los investigadores probaron a tratar a los ratones con un cóctel de antibióticos administrado a través del agua de bebida.
Comprobaron que el tratamiento antibiótico reducía la inflamación del hígado y la acumulación de lípidos, lo que se traducía en una reducción de la enfermedad del hígado graso. Estos resultados sugieren que los cambios inducidos por los antibióticos en la microbiota intestinal pueden suprimir las respuestas inflamatorias y la fibrosis hepática.
Con información de 800Noticias.