El huevo es uno de los alimentos de moda y uno de los productos más consumidos en todas las dietas. Su delicioso sabor, sus múltiples propiedades y las variadas formas de cocinarlo lo hacen irresistible: tortilla, revueltos, cocidos o fritos; de cualquiera de las maneras puede ser un auténtico plato de alta cocina.
Sin embargo, desde que lo compramos hasta que nos lo comemos puede pasar un tiempo y, aunque la fecha de caducidad debe ir impresa en cada unidad -además de en la caja- es mejor comprobar de primera mano si están en buen estado o no. Un buen truco para saberlo sin tener que romperlos es ver si tiene fisuras, grietas o algún tipo de defecto externo en la cáscara.
No obstante, puede que a simple vista tenga un buen aspecto y, sin embargo, no sea apto para el consumo. Para saber si esto ocurre, hay un truco infalible: meter el huevo en un vaso lleno de agua corriente. Si flota y no se hunde significa que está caducado.
Esto se explica porque, a medida que el huevo pierde frescura, la cáscara se vuelve más porosa, creando una especie de envoltorio que lo hace flotar. De la misma manera, se podría decir que el indicador del estado del huevo es a cuánta profundidad se encuentra.