Es lógico que después de dormir poco nos despertemos sin saber cómo nos llamamos y deseosos de abrazar la cafetera como si no hubiese nada más en el mundo. Sin embargo, que la sensación sea muy similar al dormir mucho sí que resulta raro. Las famosas curas de sueño a las que nos queremos someter a veces después de una semana dura no suelen dar lo que prometen. Nos levantamos con dolor de cabeza, picor en los ojos, las piernas pesadas… ¿cómo es eso posible?
La clave está en que, para ciertas cosas, nuestro cerebro es bastante cuadriculado. El sueño, como otros procesos fisiológicos, sigue patrones de 24 horas conocidos como ciclos circadianos. Cada día dormimos y nos despertamos más o menos a la misma hora. O, al menos, así debería ser.
Cuando dormimos poco, el cerebro entra en conflicto, porque se rompen los ciclos circadianos. Y la realidad es que al dormir mucho también los estamos rompiendo. Nuestro objetivo es descansar, pero el resultado es totalmente el contrario. Esa es la causa principal por la que nos despertamos tan cansados, aunque también hay otras.
Con información de Hipertextual