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Claves para sobrevivir a las fiestas si padeces el síndrome del Grinch

La idealización de la Navidad juega un papel fundamental. “Vivimos bombardeados por el mensaje de que es la época más feliz del año, con familias unidas y armonía constante”

El síndrome del Grinch “es el estado de malestar emocional específico de la temporada navideña, caracterizado por apatía, irritabilidad o rechazo hacia todo lo relacionado con estas fiestas”, define a CuídatePlus Luis Guillén Plaza, psicólogo general sanitario de Psicopartner especialista en emociones. Según el experto, el síndrome del Grinch es un término que actúa como una metáfora: igual que el famoso personaje navideño incapaz de disfrutar de las celebraciones, quienes experimentan este malestar tienden a aislarse o a expresar abiertamente su desagrado por la Navidad. “Ese rechazo persistente a las luces, la música o las reuniones termina repercutiendo en su entorno social”, señala.

Aunque pueda parecer que el problema son las fiestas navideñas en sí, la realidad es más compleja. “Diciembre actúa como un amplificador emocional. No genera el malestar, sino que pone de relieve situaciones acumuladas a lo largo del año”, apunta Guillén. El cierre del año suele venir acompañado de evaluaciones laborales o académicas, balances personales, mayor presión económica y compromisos sociales obligatorios: “Todo esto puede activar conflictos latentes, duelos no resueltos o expectativas no cumplidas que el resto del año pasan más desapercibidos”, explica.

¿Qué factores desencadenan el síndrome del Grinch?

Entre los detonantes más frecuentes, el psicólogo destaca los duelos y las pérdidas. “La ausencia de seres queridos se vive con especial intensidad en estas fechas. Las celebraciones pueden avivar el dolor por quienes ya no están”, afirma, y añade que la soledad es otro factor clave: “La Navidad es una época asociada a la convivencia. No tener con quién compartirla puede generar vacío, tristeza e incluso enfado al compararse con la alegría ajena”.

Por otra parte, el experto alude al estrés de fin de año. “El cierre de proyectos, cansancio acumulado, gastos extraordinarios y presión por los preparativos generan una sobrecarga emocional que predispone al malhumor y la irritabilidad”, explica. A esto se suma la frustración por metas no cumplidas. “Muchas personas hacen balance en diciembre y sienten que no han alcanzado los objetivos que esperaban. Esa insatisfacción personal se proyecta en un rechazo a las celebraciones”, indica Guillén.

Otras causas habituales son los recuerdos dolorosos o traumas asociados a Navidades pasadas, el rechazo al consumismo o la sensación de hipocresía social, así como la presión por ‘tener que estar bien’. “Compararse con el supuesto gozo general puede generar culpa, vergüenza y una percepción de anormalidad”, advierte. En algunos casos, además, el malestar se ve agravado por el trastorno afectivo estacional, una forma de depresión ligada a la reducción de horas de luz en invierno.

El peso de las expectativas 

La idealización de la Navidad juega un papel fundamental. “Vivimos bombardeados por el mensaje de que es la época más feliz del año, con familias unidas y armonía constante”, explica el psicólogo, quien agrega que para quien no puede cumplir ese ideal, la presión social no hace más que intensificar su tristeza.

Las expectativas de unión familiar también pueden convertirse en una fuente de ansiedad. “No todas las familias son funcionales ni todos los vínculos están sanos. Forzar encuentros en contextos de conflicto puede aumentar el malestar”, señala. A ello se suma la expectativa consumista. “La asociación entre felicidad y gasto genera frustración en quienes no pueden o no quieren responder a ese modelo”, apunta Guillén. De este modo, la brecha entre lo esperado y la realidad personal acaba reforzando el rechazo hacia todo lo navideño.

¿Cuándo hay que pedir ayuda profesional?

Sentirse triste o irritable en Navidad puede ser normal, pero hay señales que indican que el malestar va más allá. “Debemos preocuparnos cuando los síntomas son intensos, persistentes o interfieren en la vida cotidiana”, advierte el experto.

Insomnio continuado, cambios importantes en el apetito, aislamiento social marcado, fatiga extrema, irritabilidad constante o pensamientos de desesperanza son señales de alarma. Según Guillén, “si aparecen ideas de que nada vale la pena o ideación suicida, es imprescindible buscar ayuda profesional inmediata”.

Claves para atravesar la Navidad sin forzarse a estar bien

una mujer triste en el sofá junto a un árbol de Navidad

(Foto: Shutterstock)

Desde la psicología, el especialista consultado insiste en la importancia de no obligarse a sentir alegría: “Aceptar y validar lo que sentimos es el primer paso. No estar bien en Navidad no es vergonzoso ni anormal”. Por otro lado, recomienda también ajustar expectativas y abandonar la idea de una Navidad perfecta. “No todas las tradiciones tienen que mantenerse si generan sufrimiento. Cada persona puede vivir estas fechas a su manera”.

Redefinir el significado de la Navidad, priorizar el autocuidado y respetar los propios límites son otras estrategias clave. “Dormir bien, mantener rutinas saludables, decir ‘no’ a planes que saturan y buscar pequeños momentos de bienestar puede marcar la diferencia”.

Aunque no apetezcan grandes celebraciones, el psicólogo aconseja no aislarse por completo. “Las conexiones auténticas, aunque sean pequeñas, ayudan a amortiguar el malestar”. Y si el rechazo a la Navidad se repite año tras año, la recomendación es clara: “La terapia puede ofrecer un espacio seguro para trabajar duelos, traumas o una depresión subyacente y aprender formas más saludables de afrontar estas fechas”.

Noelis Idrogo

Periodista en La Prensa de Monagas

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