Transitamos tiempos de incertidumbre: lo que bien puede traducirse como falta de certeza sobre el futuro es una percepción que puede atribuirse a una serie de factores. Los cambios tecnológicos, la pandemia de covid-19 que afrontamos, el cambio climático o los conflictos geopolíticos son algunos ejemplos.
Estas circunstancias han dado como resultado un presente cada vez más complejo, y parecen prometer un futuro lleno de cambios. Es difícil predecir lo que sucederá, y esta incertidumbre puede representar una fuente de gran estrés, ansiedad y angustia para muchas personas.
La falta de certezas acerca de lo que nos depara el futuro puede tener un impacto significativo en nuestras vidas. Puede ser un verdadero obstáculo al tomar decisiones, planificar nuestro futuro y el de nuestra familia, al mismo tiempo que nos produce sentimientos de inseguridad y de miedo.
El impacto en nuestro cerebro
Cuando experimentamos incertidumbre, el cerebro se ve sometido a una serie de cambios fisiológicos y emocionales. Estos cambios forman parte de nuestras estrategias de afrontamiento y toma de decisiones.
Cambios fisiológicos. En respuesta a la incertidumbre, nuestro cerebro libera una serie de hormonas y neurotransmisores que provocan cambios orgánicos (como aumento de la frecuencia cardíaca, aumento de la presión arterial, aceleración de la respiración, sudoración, sensación de hormigueo en la piel y tensión muscular, entre otros). Estos efectos físicos nos ayudan a estar más alerta y a reaccionar más rápido a los potenciales peligros.
• Cambios emocionales. La incertidumbre también provoca sentimientos, como pueden ser inseguridad, angustia, miedo, preocupación y dificultad para tomar decisiones. Todas estas emociones pueden llegar a entorpecer la concentración, la atención y la agilidad mental.
¿Cómo lidiar con la incertidumbre?
Entre las estrategias de que aconsejan los profesionales en estos casos, se mencionan:
• Es bueno aceptar la incertidumbre como una parte inevitable de la vida, siendo realistas y reconociendo que existen aspectos de nuestra vida que escapan a lo que tenemos bajo control.
• Hay que intentar concentrarse en aquellas cosas que sí podemos controlar, en todo aquello que puede mejorar nuestro estado de ánimo y nuestra calidad de vida, incluso sabiendo que el futuro es incierto.
Se recomienda también crear una red de apoyo, rodeándonos de personas que nos contengan y nos ayuden a sentirnos más seguros y acompañados.
• Es necesario que aprendamos a gestionar mejor el estrés, pues este puede agudizar la aprehensión y la tensión que sentimos y es algo que suele empeorar la incertidumbre. Podemos recurrir a una serie de herramientas útiles, tales como el ejercicio físico, la meditación y la terapia.
Hay investigaciones científicas que han demostrado que al afrontar lo incierto se activan algunas regiones cerebrales:
• Es el caso de la amígdala, involucrada en el procesamiento de las emociones, incluidos el miedo y la ansiedad.
• La corteza prefrontal, que interviene en nuestra toma de decisiones, la planificación y el control de los impulsos que tenemos.
El hipocampo, que está implicado en el aprendizaje y la memoria.
Esta descripción establece que la incertidumbre nos obliga a reconocer nuestros recursos cognitivos y emocionales, así como las herramientas a nuestro alcance para afrontar una situación.
El cuidado de nuestra salud, física y mental, es primordial. Por eso debemos asegurarnos de descansar lo suficiente, llevar una alimentación saludable y hacer actividades físicas regularmente.
Un factor importante que debemos tener en cuenta es que un panorama de incertidumbre incluye la imposibilidad de prever la duración del evento.
Aprender a gestionar la incertidumbre es una habilidad importante para el mundo complejo y cambiante en el que vivimos. Ejercitando nuestras habilidades cognitivas y emocionales podemos prepararnos para vivir una vida plena y satisfactoria.
Con información de El Nacional.