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Crónica | “El crimen de mi hija pudo haberse evitado”

Ana Karina pasó de soportar agresiones verbales a maltratos físicos de parte de su esposo, quien le quitó la vida de una cuchillada Ana Karina le tiene miedo a su esposo, tanto, que no ha sido capaz de denunciarlo ante las autoridades por los maltratos a los cuales ha sido sometida. Tampoco…

Ana Karina pasó de soportar agresiones verbales a maltratos físicos de parte de su esposo, quien le quitó la vida de una cuchillada

Ana Karina le tiene miedo a su esposo, tanto, que no ha sido capaz de denunciarlo ante las autoridades por los maltratos a los cuales ha sido sometida. Tampoco ha buscado ayuda profesional y menos les ha contado a sus familiares el infierno que está viviendo desde hace tres años.

Quienes saben de los golpes y vejaciones son sus vecinos, pero no se atreven a hacer nada porque una vez intentaron brindarle ayuda y ella les pidió que no tomaran acciones, pues, “todas las parejas tienen problemas”, refutó la mujer en aquel entonces.

Su hijo Anderson también ha sido testigo de esas peleas. El niño de 8 años está traumado ante las constantes agresiones físicas y verbales que recibe su madre, pero más asustado quedó su hermanito Ángel Manuel, cuando por primera vez vio cómo su padre amenazaba a su mamá, sujetándola por el cuello.

LA COMUNIDAD
Tres familias del sector 12 de Octubre, en Maturín, quisieron recoger firmas entre los vecinos, para que desalojaran a Ana Karina y a su esposo Javier de la casa que alquilaban. Ya estaban cansados de los escándalos que se presentaban, la mayoría de ellos registrados los fines de semana, no solo dentro de la vivienda, sino, en ocasiones, en la propia calle ante la vista de todos.

“Esa mujer ya estaba acostumbrada a recibir golpes de su esposo. Eso era siempre, más que todo cuando se ponían a tomar. Estaban tranquilos y por cualquier tontería comenzaban a discutir y él terminaba cayéndola a golpes”, cuenta Naileth, una de sus vecinas.

Andreina, otra vecina, relata que desde que Ana Karina se mudó al sector, iniciaron una amistad, pero con el tiempo dejaron de hablarse porque la mujer le contó que a su esposo le molestaba que tuviera amistades, fuera hombre o mujer.

“Yo la visitaba. La ayudaba cuando podía porque lo que su esposo ganaba vendiendo vegetales, hortalizas y frutas en el mercado no le alcanzaba para mucho. Ellos a veces no tenían para comer y eso me daba tristeza más que todo por los niños, pero también dejé de ayudarlos porque me generaba molestia cuando los veía gastando dinero en licor, primero son nuestros hijos y la comida”, lamenta Andreina.

GOLPIZAS CONSTANTES
Las agresiones verbales y físicas de Javier en contra de Ana Karina cada vez eran más frecuentes. Ya no eran ofensas. De pequeños empujones, pasaron a golpes, pero no solo con los puños, a veces la maltrataba con cualquier objeto que tuviera cerca, como una vez que la atacó con una mandarria. Ese día la mandó directo al hospital.

“El día que él la golpeó muy feo al punto que fue a parar en el hospital, yo dije, listo, ahora sí lo va a denunciar, pero no, le dieron de alta y ella siguió como si nada hubiese pasado. Ahí me di cuenta que a la vecina le gustaba esa vida. No hay razón alguna para que un hombre golpee a una mujer y tampoco hay razones para que una mujer reciba golpes y maltratos”, continúa lamentándose Andreina.

LA FAMILIA
Ana Karina quiere aparentar ante su familia que vive feliz, pero su forma de actuar, las marcas en el cuerpo, incluso, las respuestas llenas de ironía de su esposo hacia ella, demuestran todo lo contrario.

Su madre sospechaba que como pareja tenían problemas, pero jamás imaginó que las discusiones pasaban a los gritos, golpes y vejaciones. La señora supo lo que estaba ocurriendo porque su nieto Ángel Manuel, el más pequeño, una vez que la visitó le dijo en el oído y a manera de secreto, que su padrastro golpeaba a su mamá.

Las declaraciones fueron suficientes para que la mamá de Ana Karina hablara con ella. Le pidió que dejara a Javier y que si la razón por la cual no lo abandonaba era no tener un lugar para vivir, que ella los recibía en su casa.

Ana Karina intentó negarlo todo, pero su mamá no le creyó. Le refutó que su nieto no estaba mintiendo y que vivir con un hombre agresivo y celoso representaba un verdadero peligro, sin embargo, ella hizo caso omiso.

EL CRIMEN
La noche de aquel sábado Andreina estaba sentada en la calle principal del sector donde se realizaba el cumpleaños de un niño. Recuerda claramente que a eso de las 7:30 de la noche, Javier pasó con un bolso entre sus manos, se detuvo en el compartir y les indicó a sus dos hijastros que cuando picaran la torta, se fueran a casa. Andreina intervino y le dijo que ella estaba pendiente de los pequeños. El hombre no llegó a su casa. Se quedó con dos hombres ingiriendo bebidas alcohólicas dos cuadras más abajo.

Una vez que la fiesta terminó, Andreina se retiró del lugar, dejó a Anderson y a Ángel Manuel en su casa y se fue para la de ella a descansar.

“A pesar que yo no tenía trato con ese hombre, cuando yo pasé por la esquina lo vi y le dije que ya todo había terminado. Él estaba bastante tomado y me dijo que se iba a su casa en un rato. Esa noche yo no vi a Ana Karina. Yo dejé a los niños en la puerta y ellos entraron”, narra la mujer.

Cuenta Andreina que aproximadamente a las 12:30 de la madrugada, escuchó los gritos producto de una discusión entre Ana Karina y Javier.

“Yo dije, tardaron mucho en ponerse a discutir, pero luego no escuché más nada y al ratico vino Anderson a tocarme la puerta, diciéndome que su papá le había clavado un cuchillo a su mamá. Yo me asusté demasiado y no quise entrar a esa casa porque me daba miedo que ese hombre estuviera ahí. Lo que hice fue ir a la casa de otro vecino a contar lo sucedido y luego llegó Ángel Manuel, el niño pequeño, y nos dijo que su papá se había ido. Cuando corrimos a la vivienda, estaba la vecina sentada en la mesa del comedor casi muerta, se agarraba mucho la herida, buscando cómo detener la sangre”.

Los vecinos pidieron auxilio. Consiguieron un vehículo de un habitante de la comunidad y la llevaron hasta el hospital, pero no había mucho qué hacer. Ana Karina falleció a los pocos minutos de haber sido ingresada.

Andreina quien tenía el número de teléfono de la mamá de la víctima, la llamó a esa hora para darle la noticia.

“Recuerdo que me llené de valor y al contarle lo que había pasado, la señora me dijo que el crimen de su hija pudo haberse evitado”.

Javier intentó darse a la fuga, pero fue capturado la tarde del día siguiente en la vía el sur de Maturín, cuando esperaba una camioneta que lo trasladaría hasta el sector El Mulatico, un poblado rural de donde es nativo.

NOTA: Los nombres, así como los lugares y los tiempos, han sido modificados para proteger la identidad de los protagonistas

Jhonnet Martínez

Licenciado en Comunicación Social, productor y conductor del programa radial "Noticias 89UNO", estudiante de Lengua y Literatura.

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