El 4 de febrero de 2023, Ramón Martínez, de 63 años de edad y Lorenza Figueroa, de 75, se quedaron sin vivienda. Un voraz incendio los dejó en la calle y desde hace un año y tres meses sobreviven en condiciones extremas en el barrio 19 de Abril, en la zona oeste de Maturín.
En medio de la precariedad levantaron un rancho con láminas de zinc, entre las que viven desde entonces.
Martínez y Figueroa viven de su pensión, un monto de apenas de 130 bolívares que se mantiene en ese monto desde el año 2022. Además, reciben una asignación mensual de 20 dólares cada uno, un bono que no les alcanza para comprar medicinas o alimentos.
Los dos adultos mayores no saben a ciencia cierta qué causó el incendio que los dejó sin un techo digno para mantenerse.
Con la inminente llegada de las lluvias, periodo que formalmente entra a finales de abril y que este año el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inameh) prevé sea más fuerte por el cambio climático y el fenómeno de La Niña (enfriamiento de las aguas del océano Pacífico) su preocupación se acrecienta porque no tienen los recursos para salir de su situación precaria.
«Estamos a merced de la voluntad de Dios. Cuando llueve, tengo que ponerme un trapo en la cabeza para no mojarme tanto, pero igual terminamos empapados dentro de este refugio. Además, ambos padecemos hipertensión», comentó Martínez.
Aún esperan por la ayuda gubernamental y recuerdan que la Constitución de 1999 les garantiza una vejez digna.
La Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) de 2023, de la Universidad Católica Andrés Bello, arrojó que el 70 % de la población se encuentra en un nivel de vulnerabilidad medio y alto frente a eventos naturales.
Martínez y Figueroa indicaron que el rancho donde se cobijan tiene filtraciones por lo que pidieron la asistencia de las autoridades regionales o municipales para poder salir de su actual situación.
Fotos/Osmel Rodríguez
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