Los fuertes vientos e inundaciones provocadas por el paso del huracán Helene en territorio estadounidense dejan un saldo, hasta este jueves 3 de octubre, de al menos 200 muertes, cifra que, según datos oficiales, podría aumentar en las próximas horas.
La huella de la devastación generada por el paso del fenómeno llevó al mandatario Joe Biden a trasladarse hasta Florida y Georgia, tras haber evaluado los daños registrados en Carolina del Norte el miércoles.
En esta segunda jornada consecutiva de inspección de los territorios afectados por Helene, el presidente Biden se reunió con Ron DeSantis, el gobernador de Florida, con el objetivo de acordar el plan de trabajo para llevar a cabo labores de reparación de las estructuras viales que presentan averías.
Por cerca de 45 minutos, Biden sobrevoló el noroeste de Florida, justo en la parte en la que se presentaron mayores inconvenientes por cuenta de Helene, tras lo que se dirigió a Georgia. La información suministrada por el equipo del mandatario indica que dio la orden de enviar a un equipo de 1.000 soldados a las zonas de desastre para apoyar las operaciones de distribución de las ayudas destinadas a la población damnificada.
La paradoja climática de Asheville
El mayor número de muertes reportadas a la fecha se registran en Asheville, Carolina del Norte, uno de los territorios más duramente golpeados por el embate de la tormenta tropical que rápidamente escaló a la categoría de huracán, pero que provocó reacciones encontradas entre los expertos climáticos que durante años consideraron a esta ciudad como una suerte de «refugio climático», en donde eran inusuales los registros de eventos meteorológicos de este tipo.
Precisamente amparados en las buenas condiciones que ofrecía Asheville y que incluso eran aprovechadas por los promotores de finca raíz para la venta de propiedades en el área por sus agradables temperaturas, estaba en funcionamiento allí el Centro Nacional de Información Ambiental (NCEI, en inglés), la agencia encargada del monitoreo científico del cambio climático, cuyas instalaciones quedaron sin poder operar tras la devastación por el paso del huracán.
Según especialistas en los efectos del calentamiento global, el caso de la afectación en Asheville es un «golpe de realidad» que permite ver que, ante las consecuencias de los procesos de cambio del clima, ya ningún territorio parece ser del todo seguro.
Se estima que más de un millón de estadounidenses permanecen sin servicio eléctrico y sin suministro de agua potable, así como limitaciones de telecomunicaciones y transporte por el bloqueo de las vías y por la caída de las redes de conexión.
Con información de France 24