En Monagas, Maturín y comunidades populares se repite este tipo de historias, de mujeres que a pesar de sus limitaciones, salud y edad, son ejemplo a seguir por sus acciones
El reloj marca las 6:00 de la mañana, hora en la que Ada Vendám, de 80 años, se ha adelantado a preparar el café. Pese a su avanzada edad, su amor de madre la impulsa a atender a su hija «para que tenga algo en el estómago» antes de salir a dializar a su nieto.
«Yo vivo con mi hija y mi nieto en la calle Academia de la parroquia La Pica, ella está atravesando por una situación muy complicada, su hijo debe ser dializado y yo debo buscar la forma de apoyarla en algo», explicó la abuela con sus ojos llorosos.
Ada cuenta que es conocida en toda la zona por sus vecinos, personas con las que comparte desde hace más de 40 años cuando llegó, proveniente de Los Valles del Tuy en busca de una mejor vida.
Además de ser conocida por su buen corazón «Adita» como también es llamada, se encarga de vender cotufas y galletas en la entrada de la Escuela Técnica Agropecuaria, en contra de la voluntad de su hija.
Allí, bajo el inclemente sol, la mujer busca apoyar con la compra de comida y reducir la carga que lleva su hija.
«Yo solo le pido a Dios que me dé más vida para seguir apoyando a mi hija, el amor de madre nunca se acaba y me duele ver todo el sacrificio que ella hace por mí y por su hijo», relató.
Sobre el estado de salud actual de Vendám, se conoció que sufre de hipertensión, pero hace algunas semanas no ha podido comprar los medicamentos. Ella dice que ha dejado su salud en manos de Dios.
Con 103 años aún realiza muñecas
«Conversar con Vita Maíz es llenarse de energía», así lo aseguran los vecinos y familiares de este ejemplo de vitalidad, quien con 103 años realiza muñecas y manualidades, las cuales quiere ofrecer entre 0.25 céntimos y 1 bolívar, comenta entre risas su hija, Eukaris Maiz.
Vita, nacida en Chiguana, estado Sucre, se trasladó hace más de 40 años a Maturín, lugar el cual aprecia y considera como su tierra, por el calor humano de las personas y las parrandas a las que desea sumarse y formar parte de los actos culturales, porque es bailadora de la burriquita.
Maiz es madre de dos hijos, abuela de 7 nietos y bisabuela de 12 bisnietos, quienes la tratan como una reina. A pesar de sus inventos, la apoyan y forman parte de sus proyectos.
«Ella ha participado en eventos culturales de las comunidades y siempre quiere que un nieto o bisnieto la acompañe en el baile. Dice que estas son tradiciones que no deben perderse», contó la hija.
Nuestra entrevistada recuerda su primer trabajo con el que sacó adelante a sus hijos. Cuenta que diariamente rayaba entre 80 y 100 cocos y con ese ingreso pudo darle los gustos a sus retoños, inculcándoles el valor de ganarse las cosas con esfuerzo y trabajo.
Historia como el de estas mujeres se repiten en Monagas, Maturín y comunidades populares, madres que a pesar de sus edades, dificultades y limitaciones económicas, dejan todo de lado para ser parte de soluciones.
Ada y Vita son mujeres que a su edad y cada una en situaciones diferentes, siguen enfrentando la vida y dando lo mejor de sí, con la petición a Dios de más vida para seguir siendo ejemplo a seguir.