El vertedero municipal de Maturín, a las afueras de la ciudad, en Alto de Potrerito, no solo es un lugar donde dejan todo tipo de desechos sólidos, sino que también se ha convertido tanto en fuente de empleo informal, como en oportunidades para muchas familias conseguir algo de comida.
«No siempre ocurre, por lo menos ahorita, pero antes sí llegaban camiones con comida vencida y era repartida por todos», cuentan algunas de las personas que residen en el lugar y que desde hace más de 20 años se dedican al reciclaje y venta de plástico, vidrio y cartón.
Recientemente, un camión tipo Cava alegró el día no solo para esta población de más de 70 familias, sino de otras personas que llegan al sitio en búsqueda de un bocado de alimento.
Entre el polvo y una nube de zamuros, la unidad se abrió paso a pocos kilómetros de la entrada para descargar cajas de jugo que tenían fecha pasada de caducidad.
Desperdicios como sustento diario
No hubo necesidad de desperdiciar la mercancía o que pasara más tiempo sin consumo, debido a que pasó de ser un desecho a una “bendición” para tantas personas que hasta con carretillas, telas y vehículos cargaban las bebidas.
«Eso no está malo, si Dios lo reparó no puede estar malo. Tú lo bates bien y listo», aseguraba una joven madre que pensaba en darles de beber a sus tres hijos en el almuerzo, cena y hasta de merienda para el colegio.
La crisis dejó ver su rostro, sin descaro o vergüenza, personas bien vestidas hacían su cola y hasta pedían para llevar más, «es común. Aquí viene gente de Aragua de Maturín, Punta de Mata, Caripito y otros pueblos buscando el sustento».
Reciclaje, fuente de ingreso
Carmen Márquez lleva más de 20 años viviendo en la comunidad que se ha conformado de manera improvisada en lo que debería ser el relleno sanitario de la capital monaguense. Ella comenta que pese a las condiciones de vivir entre todo tipo de alimañas, han visto una opción para recibir ingresos con la recolección de botellas plásticas y demás materiales de reciclaje que son llevados hasta el lugar y comprado por determinadas empresas.
Explica que las familias se organizaron para que todos puedan generar sus ingresos y cada uno recibe un camión con basura para urgar en ella y conseguir lo que les permita comprar, harina de maíz, arroz, pasta, carne y pollo.
«No es fácil colectar un peso importante, pero se hace lo que se puede y con eso resolvemos el día a día».
La tonelada de este material la compran en 80 dólares y colectar este peso resulta una misión imposible, pero han trazado la meta de no desmayar porque de ellos dependen niños pequeños.
Enfermedades
A la orden del día
Pedro Blanco, quien tiene más de 40 años residenciado en la zona, contó que «las moscas comen primero que nosotros. Muchos niños e incluso nosotros nos hemos enfermado de la piel».
Y es que no solo se trata de estas afecciones a nivel dermatológicas, sino que se han presentado cuadros gripales, de vómitos y diarreas, producto de la insalubridad que los rodea.
«Nos cortamos a cada momento con vidrio, hierros y cualquier material, pero lo importante es que todos estamos al día con las vacunas para evitar un tétanos y morirnos», dijo Márquez, al dejar ver una enorme cicatriz en una de sus piernas.
