Cada 21 de noviembre se celebra el Día Nacional del Estudiante Universitario, hoy en su día, los bachilleres comentan los esfuerzos que hacen para cumplir con sus estudios.
Los estudiantes universitarios en Maturín, aseguran que viven un día a día de sacrificios que muchos no comprenden. Se levantan antes del amanecer, atraviesan largas distancias en transporte público, a veces pagando más de lo que el presupuesto les permite, y llegan agotados a la primera clase del día.
A pesar de los retrasos, el frío o la inseguridad en las rutas, se mantienen firmes porque saben que la educación es la llave para cambiar su futuro.
Entre ellos, se encuentran también aquellos que combinan trabajo y estudio; después de largas jornadas laborales en oficinas o tiendas, vuelven al campus con la misma energía y determinación para no perder el ritmo académico.






Vanessa Oliveros, estudiante de Educación Inicial en la Universidad Pedagógica Libertador de Maturín, comenta que vive en el municipio Punceres y, aunque no trabaja, hace un sacrificio todos los días por ver clases.
Su día a día para ver clases
«Para salir de mi casa debo caminar un trayecto muy largo para llegar a la parada, de allí agarro un transporte público que me deja en el centro de Maturín y luego agarro otro carro hasta la universidad. Mayormente espero autobuses para pagar con el carnet; sin embargo, siempre pago pasaje completo porque ellos pelean mucho. Son 120 bolívares en carritos que me ha tocado agarrar y 60 en buses, una cifra que se repite al regreso».
Oliveros destaca la necesidad de servicios estudiantiles de apoyo. Subraya que la universidad debería contar con un comedor, pues no todo el mundo tiene cómo para regresarse a su casa, comer y venir.
Asimismo, Neilimar Jimón, otra estudiante también de Educación Inicial, comenta que vive en la Zona Industrial y también hace un sacrificio para estudiar. Agrega que no solo es el gasto en pasaje, sino también que ellos deben costear sus materiales de estudio, como libros.






«Todos mis gastos son cubiertos por mis padres; además, cuento con el apoyo financiero de mi abuelo, pero hay estudiantes que trabajan y se les hace difícil. No todos tienen para llevar almuerzo todos los días ni desayuno».
Estos estudiantes demuestran que el esfuerzo y la resiliencia son la base de su éxito, enfrentando diariamente las adversidades con la firme convicción de que cada sacrificio vale por construir un mañana mejor.
Fotos/Juan Goitía