Dos de los deseos más anhelado de los habitantes de El Tamarindo del Bajo Guarapiche, de la parroquia Boquerón en el municipio Maturín, es la colocación de asfalto en sus calles y la instalación del sistema de cloacas.
Con apenas 20 casas, de las cuales la mayoría están inconclusas, los residentes solicitan atención gubernamental.
Por el momento, este sector tampoco cuenta con un sistema de drenaje que canalice el agua que afecta a la comunidad en tiempos lluviosos, por lo que con la crecida del río Guarapiche, algunas de las casas resultan anegadas.
«Cada vez que llueve crece el río Guarapiche, entonces las casas se llenan de agua, la mía no gracias a Dios, pero la de otros vecinos sí», comenta Luisa Rodríguez.
La falta de asfaltado en esta comunidad, dificulta también el movimiento de una habitante con discapacidad, a quien su hermano tiene que trasladar al centro cada vez que se presenta un inconveniente con ella por la falta de rutas nocturnas en la comunidad.
«Tengo a mi hermanita que es discapacitada y se me dificulta muchas veces cuando se enferma, yo tengo que sacarla hacia afuera porque por aquí no pasa carro después de las 6:00 de la tarde, entonces se me enfermó de noche y tuve que trasladarla en una silla de ruedas hasta el centro que es donde se puede conseguir carro para llevarla hasta el hospital», contó Gilberto Santolla, residente de El Tamarindo.
Por otro lado, otro de los servicios que carecen en este sector es el sistema de cloacas, por lo que sus habitantes recurren al uso de pozos sépticos.
Emprendimiento
En la comunidad de El Tamarindo, también existen personalidades que logran salir adelante gracias a sus emprendimientos, como es el caso del vecino, Oliver Urrieta, quien ha logrado subsistir gracias a la venta de plantas y abono.
«Aquí se vende más abono que plantas, sin embargo, tengo a mis clientes que se acercan cada cierto tiempo a comprar, pero la gente en general compra más abono», comentó Oliver Urrieta.
El costo de las plantas inician desde $ 3 la sábila hasta 10 dólares con maceta incluida, mientras que el abono tiene un costo de 70 bolívares.
Entre los vecinos también se encuentra la señora Carmen Villafranca, quien trabaja en el liceo Félix Armando Núñez. Ella desea poder adquirir una nevera con el fin de usarla en la venta de helados como fuente de ingreso adicional, sin embargo, su quincena no le alcanza para comprarla. Comenta que no tiene familia y su único hijo falleció.
«Quisiera una nevera para poder vender helados y poder trabajar, aunque sea usada, llevo 8 años buscándola y no me la dan. Yo soy sola en la vida, tenía a mi muchachito y diosito se lo llevó», contó Carmen Villafranca.
Fotos: Osmel Rodríguez