
La vida del actor canadiense-norteamericano Michael J. Fox dio un vuelco cuando en 1991 le diagnosticaron la enfermedad de Parkinson. Era entonces muy popular gracias a la trilogía Regreso al futuro, posibilitándole luego otros estrenos, aunque nunca superaron la notoriedad del mencionado título. Consciente de que si hacía pública su enfermedad ninguna productora lo iba a contratar, optó por callárselo y no lo anunció hasta 1998, cuando ya era ocioso ocultarlo.
Con la ayuda médica ha sobrevivido durante estos casi treinta y cinco años, sometiéndose a revisiones periódicas y al consumo de medicamentos, con los que le ha sido posible realizar un determinado tipo de trabajos, sobre todo en series de televisión y en doblajes de voz.

Llevaba cinco años sin ninguna ocupación, y no por falta de ganas, cuando ahora le ha llegado una ilusionante oportunidad en la cadena Apple TV+, como invitado especial en una comedia de intriga, que ya va por su tercera temporada de emisión: Terapia sin filtro (en el original, Shrinking) junto a Harrison Ford, éste en el papel de un terapeuta al que le diagnostican el Parkinson precisamente, así como Michael J. Fox padece ese mal.
Ha de suponerse que cuantos personajes ha venido abordando desde que le detectaron la enfermedad tienen que permitirle actuar contando con la dependencia de su mal, que sabido es afecta, entre otras limitaciones, a la voz, la permanencia en pie, pérdida de memoria… Siendo muy apreciado en la industria cinematográfica y televisiva, Michael J. Fox puede sentirse, a pesar de su gran desgracia, afortunado, gracias a los contratos que viene cumpliendo hace años.
Con toda su sinceridad, cuando decidió escribir sus memorias, pudo confesar que no podía actuar con regularidad ante las cámaras, a no ser que los guionistas escribieran para él papeles que lo permitieran. Ya no podía ser más Marty McFly, y sus aventuras «volviendo al futuro» de la ciencia ficción.
Llegado el nuevo siglo XXI, Michael apareció en varias series de la pequeña pantalla como, por ejemplo, el papel de Louis Canning en The Good Wife. En todos esos rodajes sus movimientos estaban controlados. Imaginamos que más de una vez tendría que repetir a la fuerza ciertas secuencias. Pero él, con tesón, salió siempre adelante. Necesitaba trabajar para no hundirse.
Conozco desgraciadamente un caso cercano de un querido colega al que, entre otras reacciones, le es difícil comunicarse por teléfono, le falla la voz, no puede leer ni escribir, lo que le produce un comprensible estado de angustia, al sentirse tan indefenso. Si logra pasear un rato, ya es un triunfo para él, unas veces sentenciado a una silla de ruedas y otras imposible de estarse quieto.
Entre medias de esas citadas series, Michael J. Fox fue presentador de su propio «show» para la NBC, un programa de entrevistas y actuaciones, el clásico «late show» como se le conoce en lengua sajona, lo que sucedió en 2013. Y en 2023 aceptó ser protagonista de un documental sobre su vida. Esas actividades se vieron complementadas con la publicación de varios libros. Y la permanente dedicación a toda clase de intervenciones en favor de otros enfermos de Parkinson, para lo cual estableció una Fundación que se ocupa de atender cuanto está relacionado con ellos, y las instituciones médicas que van avanzando en mejorar en lo posible la situación de quienes padecen la enfermedad, hasta la fecha sin curación, sólo a base de cuidados paliativos.

Michael J. Fox es natural de un pueblo canadiense, Edmonton, hijo de actriz y padre oficial de policía. La profesión paterna obligó a la familia a vivir en varias poblaciones, como la propia capital Vancouver, o Burnaby, de donde procedía su progenitor. Finalmente, una vez que inició su carrera de actor en Los Ángeles, terminó residiendo en Nueva York, donde continúa en la actualidad, salvo claro está cuando tiene que desplazarse por su actividad.
Está casado desde 1988 con la actriz Tracy Pollan, que le ha dado cuatro hijos. Ni qué decir que esa familia que ha formado constituye para Michael el mayor apoyo psicológico en su estado. Un detalle físico, al que nunca les dieron importancia, es que él mide sólo 1, 63 de estatura, en tanto ella casi le saca la cabeza como contraste..
Una anécdota acerca de su nombre surgió cuando en sus inicios dejar por sentado que se le conocería como Michael Fox. Al fin y al cabo no pretendía nada extraño: es su verdadera identidad. Mas su agente artístico le previno que ya existía otro actor veterano asimismo llamado. En ese trance a Michael se le ocurrió introducir una jota como si fuera su primer apellido, quedando para los restos como Michael J. Fox. En razón de que siempre admiró a otro actor pequeñajo físicamente, el de Michael J. Pollard, al que recordamos por la película Bonnie and Clyde.
Con información de Libertad Digital