Lo que antes pertenecía a la ciencia ficción es hoy una realidad en fase de ensayo clínico: implantes cerebrales que permiten a personas con parálisis mover extremidades, jugar videojuegos o comunicarse mediante la traducción de señales neuronales en palabras.
Estas tecnologías, conocidas como Interfaces Cerebro-Ordenador (BCI, por sus siglas en inglés), representan la frontera final de la neuroingeniería.
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¿Cómo funcionan las interfaces cerebrales?
Eduardo Fernández, director del Instituto de Bioingeniería de la Universidad Miguel Hernández de Elche, explica que estas herramientas funcionan como un puente de comunicación entre sistemas electrónicos y el organismo.
- Sensores de registro: Dispositivos implantados captan y decodifican las señales de las neuronas.
- Traducción mediante IA: Modelos de Inteligencia Artificial procesan estas señales para convertirlas en órdenes para brazos robóticos o cursores de pantalla.
- Sistemas bidireccionales: Los modelos más avanzados no solo leen información, sino que envían estímulos al sistema nervioso para crear un «diálogo» funcional y seguro.
Miniaturización y Biocompatibilidad
A pesar de los éxitos de empresas como Neuralink o Synchron, el camino hacia el uso masivo enfrenta obstáculos complejos:
- Biocompatibilidad: El cerebro debe tolerar el implante como un tejido propio para evitar inflamaciones o degradación del dispositivo.
- Autonomía energética: Procesar la inmensa cantidad de datos cerebrales requiere baterías miniaturizadas, potentes e inalámbricas para reducir riesgos de infección.
- Complejidad Neuronal: Con más de 100.000 millones de neuronas, el cerebro es una red más compleja que el propio internet, y aún no comprendemos la totalidad de su «lenguaje».
El debate urgente
Antes de que estas tecnologías puedan «leer mentes» o transferir información virtual de forma comercial, la comunidad científica urge a establecer marcos legales. Proyectos como BRAIN (liderado por Rafael Yuste) no solo buscan curar el alzhéimer o el párkinson, sino proteger la privacidad mental.
Eduardo Fernández advierte que la sociedad debe regular aspectos que comprometan la dignidad y la libertad humana.
Chile ya es pionero al incluir los neuroderechos en su legislación, protegiendo la identidad y los datos neuronales de los ciudadanos frente a posibles abusos tecnológicos.
Con información de Nueva Prensa Digital