Si los humanos viviéramos vidas muy largas, esto podría reducir la capacidad de adaptación de nuestras poblaciones y conducir al estancamiento social
El ser humano ha pasado buena parte de su historia ansiando la inmortalidad, o, por lo menos, intentando alargar un poco más su vida. El miedo a la muerte es natural, y la búsqueda de esa fuente de la juventud eterna siempre ha estado ahí. En los últimos dos siglos, los avances en medicina y las medidas higienistas han contribuido a que la esperanza de vida aumente. Sin embargo, la barrera de los 100 años está ahí, y muy poca gente logra superarla.
Algunas empresas buscan extender la vida, como Retro Biosciences, que lo planea mediante el ‘rejuvenecimiento’ de la sangre. Esta idea se basa en estudios que encontraron que ratones viejos mostraban signos de envejecimiento inverso cuando se les administraba sangre de ratones jóvenes. En esta empresa han invertido algunos empresarios de Silicon Valley como Sam Altman. En la meca de la tecnología californiana hay muchas personas interesadas en extender la vida.
Pero la primera pregunta es obvia: ¿podrían funcionar estas tecnologías? Lo cierto es que hay motivos tanto para el optimismo como para el escepticismo. Además, si la extensión de la vida útil fuera factible, ¿sería ético? ha presentado otra explicación, algo pasada por alto, de por qué tratar de vivir para siempre podría no valer la pena.
Con información de El Confidencial