 
 Seguro que alguna vez te has topado con alguien que, tras mandar un audio, lo escucha de principio a fin. Y lo hace no solo con los importantes, sino con todos, duran 5 segundos o 10 minutos. Y si no conoces a nadie que lo haga, es porque esa persona eres tú.
Esta particularidad, que tan extraña nos puede parecer a quienes nos olvidamos para siempre del audio enviado, no tiene en realidad nada de peculiar. Son muchas las personas que revisan sus audios una vez enviados, y hay una explicación clara para este comportamiento. Lo explica para Cuerpomente la psicóloga Olga Albaladejo.
Reproducir
Grabas un audio para contarle a tu amiga algo que te ha sucedido hoy en el trabajo. Y una vez le das a enviar, le das a reproducir para escuchar lo que has dicho. ¿Lo has hecho alguna vez? ¿Has visto a alguien hacerlo? Olga Albaladejo, psicóloga, nos ofrece una posible explicación para este peculiar comportamiento.
“Volver a escuchar un audio que ya hemos enviado responde muchas veces a una autorrevisión comunicativa: queremos asegurarnos de que fuimos claros, de que no sonamos de más, de que lo que transmitimos es coherente con lo que somos”, explica la experta. Una cualidad que puede relacionarse con personas tímidas que necesitan vencer la inseguridad.
Desde la psicología, este tipo de comportamiento conecta con lo que la experta denomina
autoconciencia excesiva” o “hiperreflexividad”, que nos hace actuar como observadores de nosotros mismos. “Escuchar ese audio es como entrar de nuevo en la conversación, pero desde fuera, con tiempo para ver cómo suena, qué se transmite”, asegura Olga.
Hay una cara B en este comportamiento, nos señala la psicóloga, y es que “estudios recientes afirman que la gente que reproduce sus propias notas de voz con frecuencia tiene mayor familiaridad con su voz y le gusta más cómo suena. Por tanto, no se trata solo de ‘¿cómo soné?’, sino de, ‘¿cómo me escucho en este vínculo?’ y ‘¿cómo me acepto cuando me expreso así?’”.
El espectro inseguro
Una de las lecturas más habituales que podemos hacer de este comportamiento, pese a todo, es la de estar ante una persona insegura, como nos explica Olga Albaladejo. “A veces escuchamos los audios desde la inseguridad relacional”, nos explica. Nos preguntamos si lo que dijimos se recibirá bien, si hemos quedado mal, si sonamos demasiado intensas, o débiles. “Otras veces el gesto nace de la autoexigencia comunicativa”, añade la especialista. Queremos expresarnos bien, que se nos entiende y quede claro.
La necesidad de control también juega un papel importante. “En un entorno en el que no vemos la reacción inmediata del otro, porque no hay expresión facial ni feedback inmediato, el audio enviado se convierte un ‘hecho hecho’, y volver a escucharlo es la forma de recuperar un poco el control”, señala la psicóloga.
Existe también un factor de regulación emocional. Escuchar nuestro tono, la emoción que transmitimos y las pausas que hacemos nos calma. “Un estudio sobre la propia voz y autorregulación muestra que escucharnos puede activar ciertas redes cerebrales ligadas al ‘yo’”, explica Albaladejo.
Por el puro placer de oírme
Puede que pertenezcas al club de las que siempre escuchan el audio tras enviarlo, y que no te sientas identificadas con ninguna de las teorías anteriores. Y es que, como señala Olga Albaladejo, hay personas que sencillamente disfrutan de oír su voz. “Escuchar nuestra propia voz, en un audio que ya enviamos, puede generar una especie de pequeño ‘placer auditivo’”, explica la experta.
“Mi sobrina de pequeña (y no tan pequeña) disfrutaba muchísimo escuchando una y otra vez sus propios mensajes”, nos cuenta desde su experiencia personal. “Desde una perspectiva psicológica, esto es autoafirmación comunicativa: reconocer mi voz, mi estilo, mi tono”, asegura.
Por tanto, el reproducir de nuevo un audio no siempre estará relacionado con la inseguridad, también puede nacer de la curiosidad hacia uno mismo. “Y esa curiosidad me puede llevar a aceptarme mejor y a quererme más”, afirma la psicóloga.
Cuando hemos cruzado la línea
Lo de volver a escuchar un audio es, casi siempre, algo trivial. Puede surgir de una inseguridad leve que puede superarse con determinados recursos, o de una curiosidad hacia una misma. Pero hay ocasiones en las que cruzamos la línea, y el comportamiento se vuelve preocupante.
Para Olga, esto sucede cuando, por ejemplo, nos escuchamos una y otra vez para seguir rumiando sobre si lo que hemos dicho suena bien, ha molestado o preguntándonos por qué no nos responden. En estos casos, señala, “la revisión se transforma en vigilancia”.
Lo que debe preocuparnos, en definitiva, es la repetición sin fin, que comienza a repercutir sobre el bienestar: atención excesiva, autocrítica, bloqueo relacional…
En estos casos, la experta nos recomienda algunas herramientas que pueden ayudarte a relacionarte mejor con esos audios de WhatsApp.
Antes de reproducir, pregúntate “¿qué objetivo tengo al escuchar esto?” ¿Quiero revisarlo para mejorar? ¿Quiero calmar mi duda? ¿Hago esto por hábito?
Si lo haces, escúchate con amabilidad, como si fueras tu mejor amiga o terapeuta personal. No con juicio.
Ponte un límite. Una sola escucha puede ser suficiente. Si lo haces más de una vez, pregúntate qué me está diciendo esto de mí, de mi voz, de mi vinculación.
Libera el acto. Envías el audio, confías, dejas que la otra persona lo reciba en su tiempo. Puedes decir mentalmente: “He dicho lo que debía, ahora dejo que suene en su vida también”.
Practica la aceptación de tu voz. Recuerda que muchos no reconocen su propia voz en grabación y eso es normal porque suena distinta de como la oímos al hablar.
Si te descubres repitiendo el gesto muchas veces, conviértelo en una alerta interna. “¿Estoy en rumiación?”. Puedes entonces darte un permiso de “cerrar” ese bucle: un pequeño ritual (respirar, cambiar de actividad) para dejar de revisar.
Vía Cuerpomente
 
 