Eleanor y Lyle Gittens, una pareja de Miami, Florida, han alcanzado un hito extraordinario: 83 años de matrimonio. Con 107 y 108 años respectivamente, su unión, iniciada en plena Segunda Guerra Mundial, ha sido oficialmente reconocida por LongeviQuest como la más duradera del planeta. Su historia, que comenzó en 1942, ha resistido los embates del tiempo, las guerras y los cambios sociales, convirtiéndose en un ejemplo de amor, compromiso y resiliencia que ha conmovido al mundo.
La organización internacional LongeviQuest confirmó el récord tras verificar documentos históricos, incluyendo su certificado de matrimonio y registros del censo estadounidense. Con una edad combinada de 216 años y 132 días, los Gittens han superado a la pareja ecuatoriana que hasta ahora ostentaba el título. Esta verificación, realizada a lo largo de décadas, no solo reconoce la longevidad del vínculo, sino también la autenticidad de una vida compartida marcada por la complicidad, el trabajo conjunto y una profunda conexión emocional.
En una fotografía reciente, tomados de la mano y sonriendo, Eleanor y Lyle parecen resumir con un solo gesto el secreto de su duradero amor. “Nos amamos”, dice ella con serenidad. “Amo a mi esposa”, responde él. Dos frases sencillas que, en su brevedad, encierran la fuerza de ocho décadas de historia compartida.
Una historia nacida en tiempos de guerra
El encuentro entre Eleanor y Lyle tuvo lugar en 1941, cuando ambos eran estudiantes de la Universidad Clark Atlanta. Ella observaba un partido de baloncesto entre su universidad y el Morehouse College cuando, según recuerda, “fue la primera vez que vio a Lyle”. Un año después, en medio del conflicto mundial, se casaron en una ceremonia íntima en Bradenton, Florida, aprovechando un permiso militar de apenas tres días que Lyle había recibido antes de ser enviado a Italia con la 92.ª División de Infantería.
Durante los dos años siguientes, su relación sobrevivió gracias a un flujo constante de cartas. Eleanor, embarazada de su primer hijo, trabajaba en Nueva York fabricando piezas de avión para el esfuerzo bélico. “Muchas más palabras de Lyle fueron censuradas de las que se podían leer”, recuerda entre risas. La distancia, la incertidumbre y la guerra no hicieron más que fortalecer un lazo que, ochenta años después, sigue intacto.
Tras el fin del conflicto, se reencontraron en Nueva York y criaron a sus tres hijos: Lyle Rogers, Angela e Ignae. Ambos ingresaron a la administración pública tras aprobar los exámenes de servicio civil y trabajaron durante décadas para el municipio. Cada tarde, sin importar lo difícil del día, mantenían una tradición: Lyle preparaba dos martinis, uno para cada uno. Hoy, en su vejez, el ritual continúa, aunque el cóctel ha sido reemplazado por una cerveza Modelo compartida al mediodía.
Una vida dedicada al aprendizaje
Eleanor obtuvo su doctorado en Educación Urbana a los 69 años, demostrando que nunca es tarde para aprender. Junto a Lyle, participó activamente en la Asociación de Exalumnos de Clark Atlanta y en el Congreso Internacional de Arqueología del Caribe, viajes que los llevaron a descubrir lugares como Guadalupe, su destino favorito. Actualmente viven en Miami, cerca de su hija Angela. Desde su ventana, Eleanor contempla el puerto de cruceros mientras Lyle, postrado en cama, maneja con soltura su teléfono inteligente.
“Incluso a mi edad, todavía se puede adquirir conocimiento”, afirma ella con una sonrisa. LongeviQuest felicitó oficialmente a la pareja por su récord, destacando que su historia “representa la fuerza del amor frente a los desafíos del tiempo”. Ocho décadas después de aquella boda en tiempos de guerra, Eleanor y Lyle siguen tomados de la mano, demostrando que la verdadera longevidad no está en los años, sino en la manera de compartirlos, asumiendo que son ambos unos afortunados por seguir con vida y por tener con quien compartirla.
Vía Infobae