Hay muy pocas cosas en el mundo que resulten universales y comunes para ciudadanos de distintos países. Una de ellas es sin duda el Cubo de Rubik, conocido por ser el juguete más vendido del mundo. Este artefacto, del que disfrutan tanto niños como mayores, posee unos atributos que hacen de él un objeto de recreo muy curioso y poderoso: su extrema simpleza y funcionalidad. ¿Acaso alguna vez alguien te ha enseñado el juego? Realmente no, pues nada más tenerlo entre tus manos sabes cuál es el objetivo: rellenar todas las caras de un mismo color.
Fue presentado en la primavera de 1974 por un joven arquitecto llamado Ernő Rubik, quien se obsesionó con encontrar una manera sencilla de modelar el movimiento tridimensional para sus estudiantes. Después de pasar meses experimentando con bloques de colores hechos a partir de madera y de papel, pegamento y clips, finalmente cantó ‘eureka’. El invento, que con el paso del tiempo terminó llamándose Cubo de Rubik, se convertiría en un rompecabezas de tres dimensiones con miles de aspirantes para resolverlo repartidos en todas las partes del mundo. Desde que apareció, se estima que ya han sido vendidas más de 350 millones de unidades por todo el globo, de ahí la enorme proeza del profesor húngaro.
El cubo inspiró numerosas obras de arte y películas (recuerde el lector aquella claustrofóbica y metafísica película llamada ‘Cube’ de 1997). Al margen de esto, también dio a luz a un nuevo y exigente deporte mental llamado ‘speedcubing’ que actualmente llena los estadios de todo el mundo de gente que compite para ser el primero en completar este rompecabezas en el menor tiempo posible.
El hecho de que se haya convertido en un deporte oficial lo merece, es un objeto milagroso, un invento prodigioso y hermoso
Ahora, se publica un nuevo libro en el que se trata de entender su gran popularidad y cómo se hizo un hueco no solo en las manos de todos nosotros, sino también en nuestras cabezas, al tratarse de un juego material muy mental. ‘Cubed: The Puzzle of Us All’, escrito por su propio inventor, explica cuáles fueron los cálculos matemáticos y el procedimiento para llegar a diseñar un juguete con tanto carisma.
En la Hungría del Telón de Acero
«El producto de un ermitaño que está saliendo a la luz». Así describe Rubik su propio libro, refiriéndose a sí mismo como «un pensador concreto e intuitivo» y un «mero inventor aficionado». Pero en realidad su currículum reúne las características de los genios: profesor, arquitecto, diseñador y ahora escritor. Hay que tener en cuenta el momento en el que lo inventó: era la mitad de la década de los 70 y su país, Hungría, seguía detrás del Telón de Acero que dividía el mundo en dos bloques, el capitalista comandado por Estados Unidos y el comunista, de la Unión Soviética. «El país no tenía una afinidad particular por la producción de juguetes», asegura en una entrevista concedida a la revista ‘Undark’.
A la hora de registrar la patente, denominó al cubo como «un juguete de lógica espacial». En aquel entonces, los rompecabezas formaban una muy pequeña parte del mercado de juguetes húngaros, pudiéndose encontrar tan solo en tiendas especializadas. Tres años más tarde de su invención, en 1977, apareció por primera vez en las jugueterías y dos años después se presentó en la Feria del Juguete de Nuremberg. Allí lo descubrió un agente comercial estadounidense con mucha influencia, Tom Kremer. Él fue el responsable de que a comienzos de la década de 1980, el Cubo apareciera en anuncios de televisión en Estados Unidos. A tal punto llegó que en 1983 se convirtió en el protagonista estrella de la serie de dibujos animados ‘Rubik, the Amazing Cube’.
¿Cómo fue su auge? Todo se debe a una mítica portada en ‘Scientific American’, una de las revistas de ciencia de referencia en Estados Unidos. El científico ganador de un Premio Pulitzer, Douglas Hofstadter, lo calificó como «una de las cosas más asombrosas jamás inventadas para enseñar ideas matemáticas». En una entrevista telefónica posterior, el científico alegó que le parecía «muy paradójico», ya que puede usarse como una herramienta para instruir en áreas matemáticas tan complejas como la teoría de grupos. «Cualquier giro de cualquier cara, ya sea de 90 o 180 grados en el sentido de las agujas del reloj o viceversa) es un elemento de un grupo, y también lo son las secuencias arbitrarias de dichos giros», sentenció.
Con información de 800Noticias.