
La depresión es un trastorno del estado de ánimo que afecta la manera en que una persona piensa, siente y actúa. No se trata solo de sentirse triste o desanimado por unos días, sino de un malestar profundo y persistente que interfiere con la vida diaria.
Puede tener causas biológicas, psicológicas o sociales, y suele estar relacionada con desequilibrios químicos en el cerebro, experiencias traumáticas o situaciones de estrés prolongado.
Podemos sospechar que padecemos depresión cuando sentimos tristeza constante, pérdida de interés por actividades que antes disfrutábamos, cansancio extremo, dificultad para concentrarnos o cambios en el apetito y el sueño.
También pueden aparecer sentimientos de culpa, inutilidad o desesperanza. Si estos síntomas duran más de dos semanas o afectan nuestras relaciones y responsabilidades, es importante buscar ayuda profesional.
Con apoyo psicológico y, en algunos casos, tratamiento médico, la depresión puede superarse y la calidad de vida mejorar.
Habla la experta
La psiquiatra Marian Rojas Estapé propone que existe una “delgada línea entre la tristeza, la apatía y la depresión”, y advierte que muchas personas confunden una vida vacía con un trastorno clínico.
Según ella, la tristeza es una emoción normal y transitoria ante pérdidas o circunstancias adversas: el ánimo decae, pero hay capacidad para recuperarse, para conectar con los demás o para volver a ilusionarse.
Cuando esa emoción se extiende o se apaga el interés, puede transformarse en apatía: una desconexión emocional, falta de motivación y abandono de lo que antes daba sentido. Rojas observa que cuando alguien “se levanta sin propósito ni motivación, su cerebro se va apagando a lo largo del día”.
La depresión, en cambio, para ella sobreviene cuando la situación ya no es meramente emocional o existencial, sino clínica: no bastan las ganas de activar ilusiones; hay un impacto profundo, persistente y potencialmente asociado a factores biológicos.
En sus palabras, “no siempre es químico o clínico, sino emocional y vital”, pero sí puede requerir intervención cuando afecta gravemente el funcionamiento diario. Al mismo tiempo, Rojas subraya que muchas personas creen estar deprimidas, cuando lo que realmente les ocurre es que “han perdido la ilusión por vivir” o sienten un vacío interior.
Para ella, la clave no siempre está en medicar, sino en “reactivar la ilusión” mediante metas pequeñas, conexión social o proyectos que vuelvan a infundir sentido.
Vía Diario 2001