Rusbelys Robles, una enfermera venezolana, sufrió una grave estafa en su desesperada búsqueda por regularizar su situación en Estados Unidos. La mujer pagó más de 3.000 dólares por lo que creían eran trámites migratorios, pero en realidad se trataba de una estafa orquestada desde la cárcel de Tocuyito, en Venezuela.
Un hombre que se hacía llamar Cortez, quien operaba desde las sombras, dirigía la estafa en la que no solamente la venezolana fue víctima. Este hombre presuntamente tenía una oficina en un edificio de Nueva Jersey. Hablaba español con un acento inglés y enviaba documentos con logotipos oficiales del Servicio de Ciudadanía e Inmigración, Seguridad Nacional y Departamento de Justicia.
¿En qué consistía la estafa de la que fue víctima la venezolana en Estados Unidos?
La primera fase de la estafa de Cortez requería pagos de entre 300 y 1.000 dólares. Luego, el hombre orquestaba una audiencia vía Skype por la que exigía pagos de 250 dólares por el privilegio de tener un juez hispanohablante. Todos los pagos eran recibidos por intermediarios en cuentas bancarias estadounidenses a través de Zelle.
En total, la venezolana en Estados Unidos entregó 3.365 dólares, parte de ellos obtenidos mediante préstamos y su trabajo como limpiadora de casas.
“Todo lo que hacía se lo daba”, confesó Robles a Univisión. Incluso llegó a sacar dinero del mercado de sus hijas, una de ellas con síndrome de Down.
Univisión Investiga descubrió que la supuesta oficina de Cortez en Nueva Jersey no existía. Además, sospecha que creció cuando los actores en las audiencias judiciales comenzaron a cambiar de roles. En una ocasión, la mujer que se hacía pasar por jueza actuaba como abogada y viceversa.
El pastor Sandro Martínez, de la iglesia local, también desenmascaró la mentira al notar que los correos electrónicos supuestamente enviados por agencias federales provenían de cuentas de Google Mail, no de dominios “.gov”.
Delincuente de la cárcel Tocuyito admite estafa
Cortez, desde la prisión de Tocuyito en Venezuela, admitió a Univisión y sin cargo de consciencia que todo era una estafa. Había creado un montaje visual de la corte utilizando tecnología de edición audiovisual. Además, se jactó de pertenecer al violento Tren de Aragua, una organización criminal que opera desde prisiones venezolanas.
A pesar de las confesiones, Cortez se negó a revelar su verdadero nombre y nacionalidad.
Vía El Aragueño.