La pregunta sobre qué son el hombre y la mujer se ha puesto seriamente en tela de juicio hoy en día. ¿Nos identificamos simplemente como hombre o mujer y simplemente se nos “asigna” como tales al nacer? ¿O tienen estas dos formas de ser humano un significado y una importancia más profundos? Y lo más importante, ¿qué tiene Dios que decir al respecto?
En realidad, Dios es bastante claro. Se nos dice en la primera página de las Escrituras judías y cristianas:
“Luego dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza (…)».
Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios; hombre y mujer los creó.
Y Dios los bendijo con estas palabras: «¡Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla …»”
Genesis 1:26-28
En el Génesis, el libro de los comienzos, Dios hace que el mundo exista y sea un mundo de distinciones, opuestos si se quiere: luz y oscuridad; cielo y tierra; día y noche; agua y tierra.
Pero Dios creó a la humanidad de una forma muy diferente. Él honra la humanidad al crearnos a cada uno de nosotros a Su imagen y semejanza. Y no es solo nuestra humanidad en general, la que es Su imagen y semejanza, sino que se encuentra en algo más específico y especial: nuestra masculinidad o feminidad.
La primera vez que escuchamos a Dios hablando del hombre y la mujer, es en relación directa con Su misma imagen y semejanza. Un misterio profundo.
Esta historia se amplía en Génesis 2, cuando Dios forma al hombre del polvo de la tierra y sopla en él aliento de vida. Luego da forma a la mujer a partir del costado del hombre, de su misma carne y huesos.
Dios separa a los humanos en dos sexos, hombre y mujer. Cada uno es distinto y valioso, y ambos reflejan la imagen y semejanza de Dios.
Aun nuestra palabra “sexo”, proviene de una palabra latina que significa “sección o separación”, lo que muestra que la humanidad estaba separada en dos grupos, masculino y femenino. Y no podemos ignorar la raíz gramatical ni la palabra “género”. Se asocia con palabras como “génesis”, “generación” y, por supuesto, con “genitales”, palabras que hablan de nuestra capacidad de crear nueva vida. Finalmente, género también deriva del latín “genus” que significa estirpe, linaje, familia, parentesco, orden y especie.
Entonces, tanto el sexo como el género hablan de cualidades divinas y naturales, de quiénes somos en realidad, y de lo que realmente hacemos. Esto va mucho más allá de cómo nos “identificamos” o cómo nos “designan al nacer”. Esta nueva moda de interpretación está en desacuerdo directo con lo que Dios dice acerca de lo que significa ser hombre y mujer.
Jesús afirma esta maravillosa verdad en Mateo 19 y Marcos 10. Los dos aspectos de la imagen de Dios, masculino y femenino, están unidos completamente en matrimonio: una relación única, permanente y un pacto creador de vida.
Hemos notado que Dios actúa, en principio, declarando la creación y luego, separando varios componentes en sus equivalentes opuestos. Pero cuando Dios crea a los seres humanos (hombre y mujer), notamos algo más que es diferente.
¿A qué imagen y semejanza?
Dios dialoga en sí mismo y se refiere a sí mismo utilizando pronombres plurales: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”.
A lo largo de las Escrituras Dios nos dice que Él es uno. Pero aquí en Génesis también vemos que Él existe en una pluralidad de personas divinas. Este es nuestro primer indicio de la Trinidad: la relación eterna entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El Dios amoroso, personal y relacional crea a la humanidad (masculina y femenina) para que también sea amorosa, personal y relacional.
Es a partir de la creación del hombre y la mujer, que vemos el diseño de Dios para la humanidad misma. Y ese diseño es que, idealmente, cada uno de nosotros nazca del amor matrimonial y viva dentro de una familia. Un esposo y una esposa se unen en matrimonio, y uniéndose el uno al otro en cuerpo, alma y espíritu surge una nueva vida; nuevos portadores de la imagen divina.
Es por eso que los cristianos tenemos en tan alta estima el concepto de la vida, los hombres, las mujeres y los niños. Celebramos y honramos la imagen de Dios en cada persona.
La personalidad masculina y femenina, la sexualidad, las relaciones y el matrimonio contienen muchas cosas buenas, y toda esa bondad apunta a Dios y revela la bondad de Su carácter. Nuestro género y sexualidad fueron diseñados para llevarnos a la alegría, la conexión, la vida, el crecimiento, las relaciones, la familia, el placer, los hijos y el matrimonio. ¡Dios realmente debe disfrutar estas cosas para haber planeado que participemos en ellas!
No podemos concebir estos conceptos como algo menor a lo que Él dice.
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Con información de Enfoque a la familia
Me gusto mucho el artículo por su clara narrativa basada en las escrituras de la biblia, dando al género hombre y mujer y lo que es el matrimonio la importancia que desde el principio de los tiempos Dios creó e hizo para el ser humano
Excelente, cosas como esta faltan mas en los periodicos!