Donald Trump escogió este miércoles por la noche (hora de Washington) un formato reservado para las grandes ocasiones, el del discurso televisado a la nación, para una de sus actividades favoritas: celebrarse a sí mismo a base de mentiras, medias verdades y exageraciones en un esfuerzo por tomar el control del relato de la marcha de la economía, que le ha provocado la peor crisis de popularidad desde su regreso al poder el pasado mes de enero.
Habló con gesto crispado e impaciente durante 18 minutos, en los que a ratos pareció que estaba gritando a sus compatriotas desde la sala destinada en la Casa Blanca a las recepciones diplomáticas. La idea era despedir el primer año de su segunda presidencia con un balance de lo logrado. El resultado sonó a nerviosa justificación de sus impotencias en materia económica, algo más de 13 meses después de que los estadounidenses lo escogieran precisamente porque creyeron sus promesas de que sería capaz de mitigar los peajes del coste de la vida.
“Hace 11 meses, heredé un desastre”, dijo al principio de su discurso en el que insistió una y otra vez en echar la culpa a su predecesor, Joe Biden, así como en algunos de los fetiches bien conocidos de su retórica: del ataque a las personas trans y el argumentario racista y xenófobo a las muchas guerras con las que sostiene que ha acabado y la supuesta invasión de los peores criminales, liberados de “cárceles y sanatorios mentales” y enviados a Estados Unidos por países enemigos.
“En otras palabras, en poco tiempo, hemos ido de lo peor a lo mejor”, sentenció Trump. “Ahora somos el país más sexy del mundo, me lo dicen todos y cada uno de los líderes extranjeros con los que hablo”.
Hacia el final, resumió lo que, a su juicio, ha logrado desde que volvió al Despacho Oval. Y lo hizo sin importarle, como de costumbre, que muchos de esos argumentos estuvieran reñidos con la realidad. Así fue cuando habló de la mejora en los datos del paro… que ha empeorado en tres décimas con respecto a la cifra que heredó de Biden, según los últimos números, conocidos esta semana.
“Nuestra frontera es segura”, dijo Trump. “La inflación está sujeta, los salarios suben y los precios bajan. Nuestra nación es fuerte. Estados Unidos es respetado y nuestro país ha regresado con más fuerza que nunca. Estamos listos para un auge económico como el mundo nunca ha presenciado”.
El presidente estadounidense tampoco desaprovechó la oportunidad para pintar un retrato apocalíptico del país antes de su regreso a los mandos. “Durante los últimos cuatro años, Estados Unidos estuvo gobernado por políticos que solo luchaban por los intereses de unos pocos; inmigrantes ilegales, delincuentes habituales, lobistas corporativos, presos, terroristas y, sobre todo, naciones extranjeras que se aprovecharon de nosotros a niveles nunca antes vistos”, aseveró.
Había prometido que trazaría algunas de las líneas maestras de lo que cabe esperar de su Administración durante 2026, pero, de nuevo, lo hizo de un modo impaciente, como si le enfadara tener que perder el tiempo con promesas, que también las hubo. Su Administración anunció, girará, tan pronto como antes de Navidad, un cheque de 1.776 dólares a los militares. Lo llamó “el estipendio de los guerreros”, y su cuantía no se dejó al azar: fue en 1776 cuando se declaró la independencia de los ingleses, hito del que se cumplen 250 años en 2026. El país se prepara para una gran celebración de aquella gesta, empañada por la polarización de su sociedad.
El discurso −que estuvo sujeto por unas costuras, de tiempo y de formato, con las que Trump no está cómodo; lo suyo son las intervenciones sin mirar el reloj y con espacio para sus divagaciones− también tuvo algo de acto inaugural de campaña. En noviembre, se celebrarán las cruciales elecciones legislativas de medio mandato, en las que los republicanos podrían perder una o ambas Cámaras en el Capitolio. Eso complicaría sobremanera a Trump la segunda parte de su segunda presidencia.
Es difícil imaginar un punto de partida peor para esa cita: el presidente se halla, a 11 meses de las urnas, en mitad de algo que se parece bastante a una tormenta perfecta. Las encuestas no le son favorables, la base de sus fieles MAGA (Make America Great Again) empiezan a perder la paciencia con la atención que presta a los asuntos de la política internacional y que podría estar dedicando a los ideales del America First (Estados Unidos primero), y, pese a la crispación con la que este encaja las críticas sobre el coste de la vida y la inflación, obstinada en torno al 3%, sus compatriotas sienten en el bolsillo la mala marcha de la economía, de la que el martes llegó otra nueva prueba, con el peor dato de paro desde 2021.
Tampoco ayuda a su popularidad que Trump desdeñe esas preocupaciones definiéndolas como “un bulo demócrata” o que puntuara en una entrevista reciente el estado de la economía con un “A+++++” (algo así como una matrícula de honor cum laude elevada al cubo) que sonó a falta de sensibilidad o a una preocupante desconexión con la realidad.
Expectación alta
La expectación era alta, también porque unas horas antes el locutor ultraconservador Tucker Carlson, campeón de las conspiranoias, había dejado caer que Trump estaba listo para aprovechar esa solemne ventana para declarar la guerra Venezuela. No sucedió. El presidente estadounidense ni siquiera se refirió a la creciente presión que, merced a un fenomenal despliegue militar con pocos precedentes en el Caribe, Washington está ejerciendo sobre Nicolás Maduro para, con el pretexto de luchar contra el narcotráfico, forzar un cambio de gestión, y, según ha quedado aún más claro en los últimos días, acceder a las reservas de petróleo del país.
Trump había anunciado que les hablaría a sus compatriotas el pasado martes. Lo hizo, como acostumbra, en su red social, Truth, en un post el que escribió: “Ha sido un gran año para nuestro país, ¡Y LO MEJOR ESTÁ POR VENIR!”. Pocas horas después, dijo a los reporteros que prensaba subrayar, como finalmente hizo, que heredó un “desastre” de su predecesor, Joe Biden. “Hemos hecho un gran trabajo. Seguimos haciéndolo. Y nuestro país será más fuerte que antes”, añadió.
El formato escogido este miércoles no es frecuente y suele reservarse a las ocasiones trascendentales. Desde su regreso al poder el pasado mes de enero, Trump se ha dirigido a la nación en dos ocasiones: la primera fue rodeado de sus colaboradores y con motivo del ataque a tres plantas de producción y almacenamiento de uranio en Irán, a finales de junio. La segunda llegó tras el asesinato de su aliado, el joven activista ultraconservador Charlie Kirk. Entonces lo hizo con un mensaje grabado que también adquirió un tono crispado.
Vía Globovisión